Carta de Carlos Solchaga a Felipe González mostrando su inquietud sobre la situación del Gobierno. Carlos Solchaga Catalán fue ministro de Industria y Energía de España entre 1982 y 1985, y ministro de Economía y Hacienda de España entre 1985 y 1993.
08-01-1987
Querido Presidente:
La entrevista que mantuviste con UGT (sobre cuya convocatoria, desarrollo y resultados no conozco más que lo que la presa ha contado) ha venido a añadirse a una serie de acontecimientos en los últimos meses cuya visión de conjunto me parece extremadamente preocupante.
En efecto, desde septiembre para acá que es cuando puede decirse que ha empezado a funcionar el presente gobierno que tu presides, he venido a observar una tendencia a actuar por la línea de menor resistencia ante problemas económicos que son muy importantes (2ª fase de la reconversión industrial, modificaciones en el INEM, control de la gestión de la seguridad social, flexibilidad en el mercado de trabajo, etc, etc.…).
Al mismo tiempo, resulta aparente la potencia que ha adquirido en el condicionamiento sobre la elaboración de la política económica del Gobierno, la Unión General de Trabajadores cuyas declaraciones políticas en los últimos tiempos han sido difícilmente calificables (en relación con miembros del Gobierno con la política económica gubernamental).
Finalmente, no ha habido iniciativa que ya haya tomado de alguna transcendencia en los últimos cuatro meses que no haya sido objeto de cerco en el propio Gobierno, la UGT, el grupo parlamentario, o de todos a la vez (de manera muy particular la financiación de las Comunidades Autónomas, la propuesta de reducción de la tarifa del Impuesto sobre la renta de personas físicas, las modificaciones en la cobertura del desempleo agrario, etc.…).
En conclusión, soy el aparente responsable de la política económica gubernamental, pero estoy atenuado, controlado en todos mis movimientos.
En estas condiciones empiezo a preguntarme que hace una persona como yo en un gobierno como éste.
Mis puntos de vista sobre lo que hay que hacer son bastante sencillos y están basados en una doble reflexión.
Primero, el mayor problema de España es el paro. Este no se puede resolver creciendo por nuestra cuenta de manera artificiosa, pues la inflación y la balanza de pagos se encargarían de hacer fracasar una política económica como esa. Tenemos, pues que producir cambios estructurales en la Seguridad Social y su financiación, en la cobertura del desempleo, estimulando la búsqueda de puestos de trabajo, en las barreras de entrada al mercado de trabajo, reduciéndoles el Salario Mínimo Interprofesional, en la movilidad geográfica y profesional de los trabajadores, etc., etc.… con el fin de que la demanda de empleo por unidad de producto aumente.
Con las medidas sobre contratación tomadas hasta ahora hemos tenido un gran éxito. Este año es posible que el empleo crezca hasta un 2% (lo que con un crecimiento del PIB del 3% es un resultado milagroso y casi irrepetible) pero el desempleo a pesar de ello no se reducirá.
Por cierto, ¿crees que ahora pasaríamos una legislación sobre contratación como la que pasamos en 1984?.
En conclusión, nuestra oferta a la sociedad es que, en un decenio, a menos que pase algo que no dependa de nosotros, habremos reducido el desempleo entre 300.000 personas y medio millón.
La segunda reflexión tiene que ver con los pronósticos políticos. En 1986 hemos ganado las elecciones; en 1990 las volveremos a ganar y previsiblemente aún faltan muchos años para que la derecha en España se convierta en una auténtica alternativa de Gobierno. El PSOE es la única fuerza responsable en España, en un largo espacio de tiempo, para dotar a esta sociedad de estabilidad, confianza en sí misma y perspectiva de futuro, lo que no hagamos ahora nos veremos compelidos a hacerlo, a menos que hayamos degenerado políticamente, en un futuro en condiciones mucho más duras, ya que la fuerza -iniciativa del Gobierno será menor y los vicios de funcionamiento habrán arraigado más profundamente-, y, en consecuencia, con mucho mayor coste político y menor posibilidad de éxito.
En estas condiciones, me resulta bastante difícil entender la situación actual del Gobierno. Admito que puedo estar equivocado en mi doble reflexión, pero me pregunto si soy el único a quien inquieta de verdad este porvenir. No siento ninguna afición por hacer de malo y, desde luego, no me apetece nada sentirme en solitario en relación con estos temas. Pero esto es lo que ahora ocurre.
Creo, en fin, Presidente, que esta carta no es el resultado de un prejuicio o de una frustración personal que por algún conducto tendría que manifestarse para mi alivio personal.
Se trata más bien, aunque está escrita de manera informal, de la condensación de un proceso de preocupación del que ya te había manifestado algunos aspectos en el curso de despachos y conversaciones en los últimos tiempos.
Creo finalmente que sería conveniente que tuviéramos una conservación detenida sobre estos puntos a la vuelta de Túnez y Egipto.
Hasta entonces, recibe un fuerte abrazo
[Firmado] C. Solchaga